Introducción
El punto de
partida de nuestro estudio es la constatación de la gran cantidad
de trabajos de investigación que existen acerca de las terapias
asistidas por animales de compañía (TAAC), por ejemplo
Bustad (1980), Cusack (1991) o Katcher y Beck (1993), por citar algunos.
Todos ellos tienen un gran interés para la comunidad científica
y la sociedad en general, y, puesto que están realizados con
suficientes garantías científicas, podemos afirmar que
su fiabilidad está asegurada. Todos ellos coinciden en poner
de manifiesto que las TAAC, a pesar de ser todavía una realidad
muy joven y en incipiente desarrollo, son altamente beneficiosas y
efectivas para aumentar la calidad de vida en diferentes colectivos
de personas, especialmente ancianos, delincuentes y enfermos aquejados
de diferentes dolencias, tanto institucionalizados como no institucionalizados.
El primer
paso para la realización de nuestra investigación fue
hacer una revisión exhaustiva de la literatura escrita sobre
el tema hasta la actualidad, centrándonos especialmente en
los beneficios aportados por los animales en la población geriátrica
institucionalizada (Lago et al., 1993; Bustad y Hines, 1993; Ory y
Goldberg, 1993; Gili et al., 1994; Bernardo et al., 1997 y Balanzote,
1999, por citar algunos). De esta manera pudimos detectar una curiosa
observación: en todos –o en la gran mayoría de- los
estudios sobre TAAC el anciano ocupa una posición de sujeto
experimental. A los ancianos que forman parte de la muestra se les
aplica una exhaustiva batería de pruebas psicológicas
y/o fisiológicas (cuestionarios, tests, análisis comparativos
de la presión arterial y ritmo cardíaco, etc.) y, de
esta manera, estableciendo comparaciones entre el nivel basal previo
y el estado final alcanzado, se afirma el éxito de la intervención.
Este es camino que aconsejan la mayoría de los investigadores
para la viabilidad de un estudio de estas características (Martínez
y Flecha, 2000).
Es obvio que
la comunidad científica exija que estos programas cuenten con
suficientes garantías de rigor metodológico y validez
experimental. Pero, sin desmerecer en absoluto todas estas investigaciones
precedentes, creímos detectar una laguna metodológica:
en estos trabajos se expone y justifica oportunamente la opinión
del profesional de la salud (médicos, psicólogos, asistentes
sociales, etc.), pero ¿dónde queda, sencillamente, la
opinión de los propios usuarios de las TAAC? En el caso que
nos ocupa, se traduce en el qué opinan de esta experiencia
los ancianos y demás personas que están en contacto
diario y directo con los animales. ¿No es cierto que la mejor
manera para conocer algo es preguntarlo directamente? De esta manera,
preguntando a ellos, pretendemos aportar a la comunidad científica
un nuevo punto de vista sobre las TAAC: el de los propios usuarios.
En este sentido, nuestro trabajo se aproxima bastante al estudio realizado
por Lago, Knight y Connell (1993) que, en el marco de una evaluación
longitudinal de un programa de asignación de animales de compañía
a ancianos de Pennsylvania, se preguntaba a los propios ancianos sobre
su experiencia y actitudes en relación a la posesión
de animales.
Cabe destacar
la dificultad metodológica encontrada al iniciar el estudio,
centrada fundamentalmente en la imposibilidad de contar con una valoración
previa a la introducción de los animales en la residencia,
así como también el reto de convertir en datos científicos
y numéricos (significación estadística de los
datos obtenidos) una serie de discursos exclusivamente cualitativos.
Finalmente
optamos por la metodología de teoría fundamentada (Grounded
theory methodology), paralela al método de investigación
en psicoterapia basado en la revisión de variables terapéuticas
según la opinión del propio paciente (Helpul and unhelpful
events methodology). Este estudio, por lo tanto, está basado
en la idea de que las creencias del usuario sobre lo que le es beneficioso
o perjudicial tiene un peso significativo e importante en su propia
evolución y le puede resultar potencialmente terapéutico
(Feixas y Miró, 1993; Botella et al., 2000; Herrero et al.,
2000). De la misma manera que en la práctica clínica
todos los profesionales coinciden en considerar la entrevista como
la más importante de las herramientas diagnósticas,
también nosotros hemos optado por dar prioridad a la entrevista
ante la batería psicométrica. Mejor que la más
completa y exhaustiva batería de tests creemos que es la información
que nos puede proporcionar, sencillamente, la entrevista clínica.
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