Del
individuo al sistema familiar
A
finales de los años cincuenta, un grupo de jóvenes pero
brillantes y entusiastas terapeutas que trabajaban en instituciones
de salud mental en los E.U.A. (1), decidieron a raíz
de los resultados insatisfactorios que recolectaban con terapias individuales,
comenzar a trabajar conjuntamente con los pacientes y las familias
de éstos. Más tarde incluirían también
en su proyecto a las instituciones mentales que, a pesar de sus buenas
intenciones se mostraban, en general, propiciatorias de la cronicidad
de muchas enfermedades. Introducidos estos cambios los resultados
se revelaron notablemente esperanzadores. Ha llovido mucho desde entonces
y hoy el camino se encuentra ligeramente allanado. Pero como siempre
sucede en todas las innovaciones en el ámbito del saber, las
dificultades con las que se toparon esos desafiadores del hacer oficial,
no fueron pocas. Seguir adelante con el proyecto familiar e institucional
supuso enfrentarse a obstáculos de todo tipo. Sólo ellos,
los que iniciaron el camino, saben de la fatiga que supuso cuestionar
el saber oficialmente establecido. Más eso resultó ser
solamente una parte del camino, porque la dificultad verdadera radicaría,
principalmente, en que las teorías formuladas hasta entonces
sólo planteaban las cuestiones inherentes al individuo y a
su mundo interior. ¿En qué apoyarse, entonces, para
entender y tratar a una familia? Fue preciso pues, construir los postulados
necesarios que reflejaran el lenguaje utilizado por las familias en
sus modos de relacionarse los unos con los otros. Y así, con
la fuerza que da la fe y la paciencia que requiere el conocimiento,
se empezaron a desarrollar nuevas premisas y formas de intervención
que, poco a poco, fueron ayudando a comprender mejor la dinámica
del sistema familiar.
La
base en la que se fundamentó, principalmente, la Terapia Familiar
Sistémica fue la Teoría de los Sistemas Generales (2).
Aplicando los conceptos y leyes de esta teoría al trabajo con
familias fue posible reconocer a hombres y mujeres como parte de un
todo más amplio -como subsistemas, de sistemas mayores-. Para
el terapeuta familiar, la familia se convirtió en una unidad,
en un solo organismo; y así, cuando uno o más de los
miembros del sistema planteaban un problema, la familia pasó
a ser el lugar privilegiado para la intervención terapéutica.
Así,
la familia contemplada como un sistema de relación vivo, con
sus equilibrios y desequilibrios, con sus etapas de crecimiento y
también de estancamiento (3), fue perfilando
un camino terapéutico donde el paciente designado (portador
del síntoma) no resultaba ni más ni menos importante
que el resto de los miembros familiares.
De esta forma, el síntoma se convirtió, básicamente,
en una especie de señal, de alarma; un aviso de que algo no
funcionaba bien (crisis) y de que algo había que cambiar (4).
Los síntomas reflejan un intento por parte del organismo o
sistema de curarse y de alcanzar un nuevo nivel de organización.
Y la práctica médica corriente interfiere, normalmente,
en este espontáneo proceso curativo, al intentar la erradicación
de los síntomas.
Podría
sernos de utilidad, por ejemplo, y a modo de paralelismo, pensar en
el procedimiento que emplean las medicinas orientales para abordar
la enfermedad. Estas, no centran toda su atención en el síntoma;
éste no se convierte en el objetivo
directo de sus intervenciones (5). Si bien los síntomas
se utilizan para comprender las posibles causas de la enfermedad,
la terapia en sí no va encaminada a la supresión de
éstos (6) sino que se dirige al restablecimiento
del equilibrio energético del individuo, de manera que un funcionamiento
e intercambio más adecuado del flujo de energía entre
los distintos subsistemas posibilite la remisión del síntoma.
El uso de la
Medicina Tradicional China en Occidente es reciente y su introducción
sólo ha sido posible gracias a la revisión de los paradigmas
de la ciencia a raíz de los últimos avances en la moderna
física cuántica, que contempla la energía como
el componente básico de todo cuanto existe en el Universo.
La relación existente entre la moderna visión de sistemas
y la milenaria filosofía china comienza a perfilarse. Ahora
bien, el sistema médico chino actual es holístico sólo
en teoría. Aunque la dependencia recíproca entre el
organismo y su entorno se examina detalladamente en los textos clásicos
de esta medicina, la mayoría de los médicos actuales
no intentan en sus prácticas ocuparse de manera terapéutica
de los aspectos psicológicos y sociales de la enfermedad, tal
y como lo habían hecho los médicos chinos de la antigüedad.
De otro lado,
también en la cultura chamánica, tan alejada de la nuestra
y ubicada en unas sociedades que a ojos de la ciencia resultan primitivas,
se contempla desde siempre este enfoque sistémico, u holístico
si se prefiere. La visión que del mundo tienen los indígenas
no es antropocéntrica como la nuestra. No se ven a sí
mismos en el centro del mundo. Saben que son codependientes de todo
lo que les rodea y que su supervivencia está condicionada al
equilibrio de todas las partes. Consideran igualmente importante:
el clima, la tierra, la cultura, las leyes, las relaciones con sus
semejantes y otras especies y con otros mundos. Así, el chaman
sabe que cuando un individuo cae enfermo no es a éste en particular
a quien hay que diagnosticar sino a todo el sistema comunal y circunstancias
adyacentes. El chaman comprende que la enfermedad de ese individuo
(síntoma), en el fondo sólo es el reflejo de una enfermedad
o desequilibrio mayor que afecta e incluye al resto de la comunidad.
Y sobre la base de ese conocimiento el chaman utiliza la fuerza y
el poder de los mitos de su cultura para encontrar un nuevo equilibrio,
un nuevo orden para su pueblo.
Y de forma
similar también, el terapeuta familiar no trata al (paciente)
que es portador del síntoma, sino que su trabajo va dirigido
a restablecer el flujo relacional familiar de tal manera que la consecución
de una estructura de funcionamiento más adecuada, sea la que
devuelva la homeostasis perdida que hizo factible la génesis
de uno o varios síntomas en uno o varios miembros del sistema
familiar. Saber de esta capacidad que tiene todo sistema de autorregularse
utilizando sus propios recursos y encontrar así un nuevo equilibrio,
resulta básico para una mejor comprensión de la dinámica
familiar y la de cualquier otro organismo vivo. El terapeuta familiar
confía plenamente en las capacidades de reorganización
y regulación de la familia como sistema vivo y en crecimiento.
La búsqueda primordial de la terapia familiar consiste en liberar
posibilidades no utilizadas o infrautilizadas del grupo familiar.
La terapia es la búsqueda de lo que no se conoce, pero todo
lo que en realidad llega a descubrir la familia junto al terapeuta
ya estaba allí desde antes. Lo único que hace el terapeuta
-y no es poco- es accionar los mecanismos que ya se encontraban en
el propio sistema.
El terapeuta
familiar no es un enfermero que hace curas, tampoco un asesor que da
consejos y menos aún, un prescriptor de remedios milagrosos.
El terapeuta familiar es un facilitador para la familia. Un profesional
que se compromete con el problema que hace sufrir a un conjunto de personas
relacionadas entre sí y que intenta, con la colaboración
de todos, allanar un camino que resulta demasiado doloroso para ser
andado a diario.
Notas
(1) Salvador
Minuchin, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva
York, director del Centro Familiar Minuchin de la misma ciudad y uno
de los máximos representantes de este modelo, publicó
un texto donde relata los orígenes de la terapia familiar a la
vez que nos explica su historia personal y profesional. Lectura recomendable
para quien esté interesado en la trayectoria histórica
de este enfoque terapéutico. Ver Minuchin, S y Nichols, Michael
P. La recuperación de la familia. Relatos de esperanza y renovación.
Paidós; 1994.(*)
(2)
Un sistema es un conjunto de objetos o sujetos que se relacionan entre
sí gracias a sus atributos y que a la vez interactuan
con el medio que constituye un sistema mayor. De ahí, que ningún
sistema o subsistema vivo pueda alcanzar su propio equilibrio aislado
de los otros. La Teoría de los Sistemas Generales es aplicable
a todos los sistemas en evolución: biológicos, económicos,
políticos, ecológicos? Así, la interacción
humana se describe como un sistema de relación caracterizado
por las propiedades de los Sistemas Generales. Durante cuatro siglos
la ciencia se ha ocupado de relaciones lineales y progresivas de tipo
causa-efecto, excluyendo toda una serie de fenómenos que no
era posible analizar en los laboratorios. También se realizaron,
constantemente, esfuerzos para estudiar la memoria, la atención,
la inteligencia, la percepción o la autonomía personal,
pero siempre en situaciones de aislamiento artificial. Puesto que
los sistemas vivientes tienen tratos cruciales con su medio parece
inadecuado y equívoco aislarlos de manera aséptica para
su estudio. Entre los principales contribuyentes a la formulación
de la Teoría de los Sistemas Generales cabe destacar a los
químicos Ilya Prigogine y Manfred Eigen; al antropólogo
Gregory Bateson; a los biólogos Conrad Waddington y Paul Weiss
y a los teóricos de sistemas Erich Jantsch y Ervin Laszlo.
La aplicación de esta teoría a la interacción
humana se puede consultar en Watzlawick, P., Helmick, J., y
Jackson, D. Teoría de la Comunicación Humana.
Barcelona: Herder; 1981.(*)
(3) Aunque
la familia resulta importante para el equilibrio del individuo, también
es verdad que ésta le impide la totalidad de su expresión
creativa al encontrarse éste ceñido a las normas y pautas
propias de toda familia. La familia, como todo sistema complejo, tiende
a la conservación de sus características. Pero a menudo
sucede que este organismo conservador, más que en un equilibrio
se instala en la estaticidad, en un inmovilismo que asfixia e impide
cualquier movimiento independiente de sus miembros. Es entonces cuando
se hace preciso intervenir para liberar ese bloqueo en el flujo relacional.
Sólo así la familia podrá retomar su camino evolutivo
y de crecimiento. (*)
(4)
Por ejemplo, la palabra china para la crisis -wei-ji- se compone de
los términos correspondientes a alarma y oportunidad. Los momentos
difíciles de la vida se convierten, para los chinos, en una
situación oportuna para cambiar aquellas estructuras que no
permiten un funcionamiento adecuado.(*)
(5)
A menudo, la medicina occidental confunde el síntoma con la
enfermedad. En cambio, entender el síntoma como una señal,
como una metáfora de la enfermedad o conflicto, ayuda enormemente
a comprender el problema y por tanto a aplicar el tratamiento adecuado.(*)
(6)
Los médicos occidentales, en general, ven la enfermedad como
a un enemigo al que hay que vencer y eliminar. La pretensión
utópica de los científicos modernos de erradicar todas
las enfermedades en el futuro obedece a una visión deficiente
y confusa del proceso vital. Estar totalmente libre de cualquier enfermedad
es prácticamente incompatible con la vida. (*)