La
Adolescencia - Un Cambio de Imagen
A
determinada edad, el cuerpo del que se es dueño y esclavo,
cambia bruscamente, hasta puede sobrepasar al de los padres en tamaño.
Y determinadas señales hacen su aparición. El deseo
sexual adquiere inusitada fuerza en un cuerpo que ha cambiado de tamaño
y de forma. La división de los humanos en su género,
femenino y masculno, resalta ahora sobre cualquier otra característica.
La
comunicación que se recibe de los adultos también cambia.
El joven ha aprendido a distinguir el respeto del desprecio, y la
importancia de esa diferencia. Ahora descubre que muchos esperan de
ella (o de él) algo más que el respeto. Para algunos
es un rival peligroso. Para otros, es un cuerpo con el que se desea
mantener un inquietante contacto. Él (o ella) también
siente ese deseo hacia otros. Los del mismo sexo tienden a ser rivales.
Los del otro, estimulan el deseo de poseerlos.
Su
majestad el sexo sojuzga, confunde, atemoriza y excita al adolescente.
La rabia que aumenta por las inevitables frustraciones, ejerce presión
para descargarse a través de un camino mucho más complejo
y excitante que la violencia destructiva.
Queda
atrás la infancia, en la que se ha realizado un duro aprendizaje.
El sujeto alberga dentro de sí a otro personaje, al que desconoce,
pero a quien también oculta, defiende, respeta y obedece. Para
eso aprendió a mentir: primero a los demás, luego a
sí mismo. La autosugestión funcionó. La vida
social se mostró imprescindible, igual que una eterna competencia
con todos y por todo. Un deporte que a veces es agradable: otras,
cruel y doloroso.
Aprendió
que no puede o no debe usar su cuerpo según sus antojos. Ni
el cuerpo es omnipotente ni los demás están dispuestos
a tolerar cualquier conducta. Conviene someterse a las normas de aquellos
que uno considera importantes. Conviene hacerles caso y - portarse
bien - una valoración imposible de definir y de obviar. Ese
"bien" debe controlar la agresividad, un poder que la naturaleza otorgó
al sujeto para comunicarse con su entorno. La convivencia, que demostró
ser necesaria, separa la agresividad útil y necesaria de la
hostilidad destructiva. No siempre la hostilidad es perjudicial e
inconveniente.
Es
distinto el futuro del adolescente varón que el de la mujer.
Las aspiraciones narcisistas de ser valorados por los objetos significativos
(una fórmula universal que la naturaleza se encargó
de imponer) tienen distintos caminos para uno u otro sexo.
La
configuración anatómica determina las distintas orientaciones
culturales que van a influir en el adolescente. Y como la cultura
no permanece inmutable, las distintas posibilidades se diseminan con
rapidez inaudita, tomando desprevenidos a los actores del drama. No
hay un libreto único, claro y simple, para encarar el ahora
y el mañana. En cuanto uno cree haber aprendido las respuestas,
le cambian las preguntas.
Para
la mujer, el panorama era claro: parir, ocuparse de la cocina, de
los chicos, de la casa. Someterse a los caprichos de su señor
sin protestar.
El
avance tecnológico, que permite convertir la presión
de un dedo en la fuerza de mles de caballos, quitó el trono
al hombre que reinaba sin oposición, al menos en el interior
de su propia familia.
Si
bien la astucia, ese uso particular de la inteligencia, logró
honrosas excepciones, el hombre dominó sin muchas contemplaciones
a un ser del que no podía prescindir pero cuya fuerza no era
suficiente para protestar por la injusticia. En algunos casos la astcia,
capaz de vencer a la fuerza al enfrentarla en arenas movedizas, logró
lo que Ester Vilar llamó el varón domado. Pero la lucha
por el poder en la pareja humana es una ilustración paradigmática
de las dificultades que tenemos para convivir con los demás,
cosa que por otro lado no podemos dejar de hacer.
La
fuerza del hombre ya no le es útil como antaño, en cambio
los atributos femeninos no han perdido su valor, a pesar de los intentos
que la tecnología realiza con pasión. La competencia
narcisista, deporte en el que todos se desesperan por intervenir,
requiere la astucia como herramienta principal. Esa cualidad ni siquiera
es bien vista por la ética y no tiene nada que ver con la fuerza
muscular, que parece más bien sabotear el desarrollo de aquélla.
Los que sueñan con usar la fuerza para alcanzar un lugar importante
en la sociedad, por ejemplo a través del box, se convierten
fácilmente en tristes huéspedes de los establecimientos
psiquiátricos.
El
adolescente espera encarar con éxito el desafío que
la cultura le plantea. A pesar de importantes cambios, continúan
vigentes los antiguos mandatos: para el varón, el problema
económico; para la mujer, embarazarse y criar a los bebés.
Puede parecer más fácil y agradable la tarea encomendada
a la mujer. Pero sería muy ingenuo vislumbrar hoy un destino
más simple para uno de los sexos.
La
inteligencia humana ha liberado la sexualidad de la función
reproductora. La sexualidad permite descargar un gran monto de agresividad,
mejor aún si esto se produce en una relación compartida
y placentera. Es un excelente remedio que la naturaleza le dio al
sujeto para poder soportar los inevitables fracasos de la competencia
narcisista.
Existe
una competencia entre el placer de una relación sexual compartida
y el placer de una descarga de furia destructiva. Los dos son placeres
intensísimos y ambos descargan la agresividad acumulada.
El
objeto significativo (importante) no es sólo el objeto deseado
del sexo opuesto. El grupo de pares, el grupo social en el que la
persona quiere competir y ganar un lugar, también lo son. La
necesidad narcisista básica del sujeto es ser aceptado por
el objeto significativo -una persona determinada, el grupo o la comunidad
en que se mueve- y las frustraciones convierten una saludable agresividad
en violencia destructiva. El orgasmo compartido, en el momento adecuado,
no es fácil de obtener. En cambio, descargar la furia destructiva
es posible en cualquier momento y lugar. Esta competencia en la que
gana por lejos la furia destructiva es uno de los problemas más
importantes de la convivencia social.
La
educación sexual es muy importante, pero difícil de
impartir con éxito en la etapa escolar. Es posible comprobar
en cualquier persona una resistencia a adquirir educación sexual
y una preferencia por dejar eso mas librado a la fantasía,
a la ilusión, a la magia y a lo irracional.
El
orgasmo sexual es un momento mágico, irracional, y el placer
es igual de intenso que en la descarga de furia destructiva.
Pretender entender la sexualidad en forma racional es posible como
proceso biológico, pero una resistencia natural tiende a tergiversar
lo que la razón señala y a dejarse guiar por las fantasías.
Los
objetos significativos del infante son los padres o algún sustituto,
a los que debe conquistar para que se ocupen de él y le ayuden
a sobrevivir. También están los compañeros de
juego, que compiten con mayor o menor agresividad para dominar al
otro; y los maestros, la autoridad en ese universo transicional que
es la escuela.
El
adolescente, por la fascinación que despierta en los adultos,
siente que ha accedido a un peligroso poder que lo encandila. El objeto
significativo, en primer lugar, es el sexo opuesto, idealizado y temido.
La
identidad apunta ahora a esa meta: conquistar al sexo opuesto, afirmando
su propia sexualidad. Pero muy cerca están los camaradas de
ruta, los que tienen el mismo problema. El grupo de pertenencia compite
con el objeto sexual. El adolescente puede aislarse en uno de estos
vínculos para vengarse de las frustraciones narcisistas infligidas
por el otro.
Las
esperanzas e ilusiones (surgidas de la biología pero alimentadas
por la cultura) están puestas en el ideal de formar la familia
propia. En la ilusión, será un paraíso: todos
los miembros del grupo familiar darán y recibirán los
reconocimientos positivos deseados. El narcisismo de todos se verá
satisfecho. El de la pareja, el de los hijos, el de los hermanos entre
sí. Y se obtendrá la admiración del resto de
la comunidad.
La
adolescencia comienza con la pubertad, es el período de la
vida que media entre la niñez dependiente y la adultez interdependiente.
Mientras el niño es dependiente para sobrevivir, el adulto
es interdependiente para mantener su salud mental.
El
desarrollo de la cultura social humana prolonga cada vez más
el período en que el adolescente se debe preparar para estar
en condiciones de convertirse en padre o madre, o sea, en individuo
adulto. Se puede hablar de una adolescencia fisiológica y de
otra social, determinadas por grandes variaciones históricas.
Romeo y Julieta tenían quince y trece años. Una mujer
añosa a principios del siglo XX tenía veinte años.
Hoy tiene alrededor de cuarenta. Indudablemente, no es el adolescente
el que se autolimita a gusto, en lo que se refiere a la reproducción.
Es la comunidad la que se lo impone. El adolescente encararía
la reproducción con mucho entusiasmo, si no tuviese que hacerse
cargo de los problemas que la acompañan. Y a veces la encara
sin tomar en cuenta sus limitaciones para asumir tal responsabilidad.
Una estética eficaz es capaz de transgredir el dominio que
una escala de valores consensuada e impuesta, ejerce sobre las reacciones
de un sujeto.
Durante
la adolescencia se producen tres cambios importantes:
·
Un cambio hormonal que conduce a un cambio corporal.
· La impresión que la imagen corporal
produce en otros.
· La aparición esporádica
de una tensión interna que demanda su descarga en la unión
sexual con un semejante.
La
fascinación que el propio cuerpo produce en otros, otorga un
poder inquietante, porque es un poder limitado por el miedo. Hasta
entonces, el reconocimiento del grupo familiar, imprescindible para
la supervivencia, imponía la ética consensuada por ese
grupo. Ahora esos valores tambalean. Logran sobrevivir con la introducción
de variantes - licencias transgresoras - que contemplan los nuevos
cambios y que compiten, por la dirección de la conducta del
adolescente, con los valores consensuados de los grupos de pertenencia
- de pares - que él pueda integrar.
El
miedo al rechazo, a la marginación, al desprecio y al ridículo
limitan el uso del poder que se va adquiriendo. El conflicto se produce
entre el deseo de usar y abusar libremente del poder adquirido según
los caprichos del sujeto, y las normas consensuadas entre la familia
y los grupos de pares que limitan y normatizan el uso de ese poder.
Este conflicto no se resuelve de un solo modo, sino que va tomando
infinidad de matices transaccionales.
El
deseo de ser espontáneo y dejarse guiar por los caprichos que
surgen, busca su equilibrio con el deber de respetar al otro y someterse
a alguna versión de ley ética consensuada por el grupo
de pares.
Los
conflictos son varios: deseo versus deber; espontaneidad versus actitud
reflexiva; libertad versus respeto; capricho versus ley; prepotencia
versus adaptación. Son los valores de siempre, que vuelven
a ser planteados para su revisión.
El
niño encontró su equilibrio de alguna manera, para adaptarse
a su familia; ahora, el adolescente deberá encontrar otro.
No puede ser el mismo.
El
objetivo es conquistar al grupo de pares, y dentro de él, o
a través de él, al objeto sexual. De esta manera, la
persona va consolidando su identidad: una forma de ser, una forma
de mostrarse en sociedad. El objetivo es satisfacer la necesidad de
ser aceptado, respetado y valorado, lo que incluye la necesidad de
ser elegido como objeto sexual, preferentemente por el objeto significativo.
Y, si es posible, sin renegar de los valores infantiles, los de la
propia familia.
Todas
las crisis vitales imponen la misma revisión de un eterno conflicto:
el deseo de someter al objeto significativo y el deber de respetarlo,
por más que las metas cambien. El cambio de objeto significativo
(que para el adolescente es el sexo opuesto en primer lugar) y del
modo como se desea ser reconocido (ser elegido como objeto sexual)
es lo que provoca la crisis.
Resumen:
A
determinada edad, el cuerpo del que se es dueño y esclavo,
cambia bruscamente. La división de los humanos en su género,
femenino y masculino, resalta ahora sobre cualquier otra característica.
El sexo sojuzga, confunde, atemoriza y excita al adolescente. Aprende
que no puede o no debe usar su cuerpo según sus antojos. Ni
el cuerpo es omnipotente ni los demás están dispuestos
a tolerar cualquier conducta.
La fuerza del hombre ya no le es útil
como antaño, en cambio los atributos femeninos no han perdido
su valor, a pesar de los intentos que la tecnología realiza
con pasión. Pero sería muy ingenuo vislumbrar hoy un
destino más simple para uno de los sexos.
El desarrollo de la cultura social humana prolonga
cada vez más el período en que el adolescente se debe
preparar para convertirse en adulto. Se puede hablar de una adolescencia
fisiológica y de otra social.
Durante
la adolescencia se producen tres cambios importantes:
· Un cambio hormonal que conduce a un
cambio corporal.
· La impresión que la imagen corporal
produce en otros.
· La aparición esporádica
de una tensión interna que demanda su descarga en la unión
sexual con un semejante.
El
deseo de ser espontáneo y dejarse guiar por los caprichos que
surgen, busca su equilibrio con el deber de respetar al otro y someterse
a alguna versión de ley ética consensuada por el grupo
de pares.
Bibliografía:
S.
Freud.- Obras Completas
M. Klein.- Obras Completas
M. Teicher.- Teoría Vincular del Narcisismo.
M. Teicher.- La Aventura Adolescente.
Manfredo
Teicher
Medico - Psicoanalista
Psicologo Social
fredi@pccp.com.ar
Buenos Aires