El
tema que nos convoca está referido a la explotación sexual
infantil, entendiendo por tal todo tipo de actividad en que una persona
usa el cuerpo del niño o niña, o del o la adolescente
para sacar ventaja o provecho de carácter sexual en base a una
relación de poder, en donde no existe el consentimiento informado
de la víctima respecto al abuso a que está siendo sometida.
En algunos países se considera solo al abusador adulto, en otros,
involucra también a personas de su mismo tramo etario, o con
diferencias de edades entre 4 y 5 años, pero que ejercen uno
sobre el otro, efecto de dominación.
Las
formas de explotación pueden implicar transacciones económicas
y lucro (explotación sexual comercial) o simplemente otro tipo
de ventajas y beneficios para quienes someten a la persona explotada
(explotación sexual no comercial).
Me
refiero a la explotación sexual comercial: turismo sexual, pornografía
infantil, prostitución, tráfico de personas. Otras formas
de explotación sexual que no implican lucro son abordajes sexuales
múltiples: violación, incesto.
Que hayan existido desde tiempo inmemorial no significa que esté
bien. La condición de género (femenino - masculino) y
la estratificación socioeconómica son dos variables centrales
de esa desigualdad aceptada como natural.
El
componente sustantivo de la explotación sexual está dado
por el carácter de dominación en la relación, social
e individual de poder, que se establece entre el explotado y su agresor.
No se da por tanto exclusivamente en los sectores más pobres,
sino que es cotidiana en toda la estructura social. Lo que sí
es diferente por estratos es el control social y la visibilidad de esas
formas cotidianas de explotación.
La
relación de poder muchas veces se basa en la violencia individual,
- física o no, pero siempre psíquica - en general responde
a una construcción social que sustenta esa desigualdad haciéndola
socialmente aceptable lo que hace que algunas personas repitan lamentablemente
aquello de: "las perversiones son tan antiguas como el hombre mismo".
No
hace mucho tiempo que se reconocen a nivel internacional los derechos
humanos de las mujeres, niños y niñas. Y agregamos además
que en esas palabras que se repiten, existe un lenguaje androgénico,
o sea que sólo está referido a "el hombre mismo",
desconociendo de esta manera u obviando, que las mujeres constituyen
el otro porcentaje restante de la humanidad.
Si
bien es cierto que la pornografía existe de larga data, existe
la necesidad de agregar un juicio crítico negativo al decir afirmativo
tan generalizado antes mencionado, y eso lo que intento decir en estas
líneas.
Solemos
obviar la crítica a ese hecho indiscutible de que las perversiones
siempre han existido y eso es lamentable.
Nuestra
formación psicoanalítica nos permite asumir en forma crítica
estas perversiones y tratar desde nuestro lugar, de luchar en contra
de las mismas.
Si
bien es controversial y muchos sostienen que la pornografía y
prostitución es un trabajo - en el Uruguay las trabajadoras sexuales
han llevado adelante reinvindicaciones más humanas en el ejercicio
de sus actividades, con registros y aportes sociales, esto es cierto
para la adultez.
Cuando
se trata de personas en crecimiento y desarrollo entendemos que la pornografía
y la prostitución infantil no pueden ser aceptados bajo ningún
concepto, puesto que implican un deterioro físico y psicológico
de la persona que afecta su propia individualidad, su propia gratificación
sexual y su integridad.
Este deterioro llega a ser visualizado por los educadores y algunos
profesionales, entre los que me cuento. Llamamos a este efecto muerte
psicológica o "muerte del alma", "asesinato del
alma" (sould murder).*
Esta
definición fue usada en primer término por Leonard Shengold
(1989) psicoanalista americano para categorizar las traumáticas
experiencias crónicas y repetidas estimulaciones, alternadas
con privación emocional que son provocadas deliberadamente en
el o la menor, por otro individuo. Los y las menores utilizan un grado
extremo de negación que lleva a la muerte psíquica, que
es la peor forma de esclavitud. El mantenimiento de las representaciones
de sí mismo o de identidad se ve amenazado. Confrontado con sentimientos
de cólera, frustración, destrucción y humillación,
el aparato psíquico recurre a una maniobra de masivo aislamiento,
negación y confusión; el o la menor dejan de sentir, toda
emoción es suprimida. Se produce una escisión en diferentes
compartimentos donde se registran dos percepciones contradictorias:
en una lo bueno, donde el horror podrá ser cambiado y en la otra
lo terrorífico, pero ambas no pueden ser juntadas. Esto determina
una alteración de la identidad. La sumisión a los agresores
puede ser total o puede transformarse en identificación con el
agresor.
Cuando
los/las menores hablan hay que darles crédito a sus palabras,
porque generalmente no mienten sobre su propio abuso.
Escucharles, creerles y luego implementar las medidas legales, psicodiagnósticas
y psicoterapéuticas pertinentes, ya que siempre el abuso sexual
deja una impronta psíquica, secuelas, que es necesario tratar.*
Dra. Rosa Zarina Loureiro
Psiquiatra de Niños y Adolescentes
Psicoterapeuta Psicoanalítica
Montevideo Uruguay
dosslou@mednet.org.uy